Profesionalizar la profesión

Artículo publicado en Suplemento cultural Posdata, Levante-EMV. Viernes 15 de noviembre de 2013.

En determinadas ocasiones se plantea la cuestión sobre la profesionalización de los agentes implicados en el arte visual contemporáneo de manera abierta y pública, en forma de seminarios, mesas de debate o incluso proyectos expositivos, aunque es un asunto recurrente y principal en el ámbito de las asociaciones profesionales del arte, engloben éstas a artistas, críticos, galeristas, investigadores o gestores culturales. No existe una regla única ni parece sencillo encontrar una media aritmética que se adecue a las pretensiones de todos ellos y que, por ende, mejore sustancialmente y de forma general a cada una de las partes. Las administraciones públicas y sus encargados de gestionar la cultura no han tenido, desde luego no en el ámbito de nuestra Comunitat, mucho interés en poner sobre la mesa las cuestiones capitales de su estructuración, racionalización, gestión y promoción del arte contemporáneo. Por más que los avances acaecidos en los últimos años hiciera pensar lo contrario, siempre han sido las asociaciones las que han tirado titánicamente del engranaje chirriante y desengrasado de la administración, quienes aún merodean los ámbitos del silencio administrativo, de la ofuscación nominalista de las acciones y del “vuelva usted mañana”, seguramente esperando no estar ellos ya en un futuro próximo, para así evitar atender con profundidad dichas demandas.

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Tania Blanco: de pintar un mundo, a pintar el mundo

Texto a propósito de la obra de Tania Blanco.

Con la estética generalizada, el poder político de signo autoritario se apropia de los recursos del arte para extender su discurso de propaganda. La estética difusa, como una versión posterior y más sofisticada, se diluye y penetra sin aspavientos, con eslóganes amables, en la esencia de casi cualquier asunto: la elección de la mercancía como fin en sí misma. De la primera, concluía Walter Benjamin que “es la clase de estetización de la política practicada por el fascismo. La respuesta del comunismo es la politización del arte”[1]. Con la segunda no pudo lidiar el teórico comunista Giulio Carlo Argan, desbordado por la época inmediatamente posterior a la Modernidad. Para él, los enemigos de la estética eran la política y la tecnología, siempre atentas para apoderarse de sus cualidades y hacérselas propias. Guy Debord añadió una tercera pata, lo que él denomina “lo espectacular integrado” que, en cierta forma y según contextos, exhibe características de la primera o de la segunda, si bien se asienta sobre ésta, y “que hoy tiende a imponerse en el mundo entero”[2].

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