Impactos mediáticos de las revueltas

Texto realizado para la publicación de la X Edición Cabanyal Portes Obertes. Salvem Cabanyal-Canyameral. El Cabanyal, Valencia. Octubre 2008.

La fotografía de prensa es el registro de los acontecimientos merecedores de ser noticia. Así lo sabemos tras más de un siglo de prensa diaria ilustrada con fotografías, a la que acudimos deseosos de confirmar nuestras ideas con sus imágenes. No siempre coinciden, pero no tanto por su falta de precisión como por la ausencia de visibilidad de ideas y opiniones minoritarias. La minoría es aquello que debe existir en cualquier estado de derecho que se precie para que la mayoría siga ninguneándola, cuando no deseando su pronta y aséptica desaparición. Mientras que saber cuándo un acontecimiento es merecedor de convertirse en noticia es tanto o más complicado como descubrir qué nace antes, si el evento o la necesidad de seguir aportando información diaria. El paso de un acontecimiento del estado de suceso al de noticia es más rápido y accesible que el que tiene que hacer una opinión minoritaria para convertirse en mayoritaria. Entre medias está, en ambos casos, el papel de los medios de comunicación; pero la economía, ya lo hemos comprobado sobradamente, siempre gana a la ideología… incluso en épocas de crisis.

 

La velocidad de los sucesos y la necesaria ocupación del espacio de los medios de masas parecen conciliar sus esfuerzos para dejarnos asombrados por igual ante la afluencia de datos y ante su narración casi idéntica, salvo detalles cada vez más imperceptibles en el tono o en el enfoque del discurso. Es por eso, tal vez, que las transformaciones en los modos de difundir las noticias hayan ayudado a la banalización de la información escrita tanto como han favorecido la eclosión de la comunicación audiovisual, especialmente con las prestaciones que ofrece Internet, convertido en el termómetro de la actualización perpetua. Perfecta horma al zapato de una sociedad cada vez más dispuesta a vivir los sucesos en tiempo real y a asumirlos a la par que se producen, olvidándolos al poco con similar fruición.

En las ciudades contemporáneas ha ido contagiándose globalmente una necesidad de verse y mostrarse como objeto de deseo que no atiende a fronteras y que necesita seguir en mantenida huída hacia adelante para conservar su imagen ilusoria. Un panorama donde han tenido mucho que decir los medios de comunicación de toda índole y condición y las imágenes promocionales. Esta actitud ha llegado a Valencia tan tardíamente y con una fuerza tan inusitada que no puede más que provocar un amor desenfrenado entre quienes estén a favor de la mercantilización de la imagen de la ciudad y la conversión de su patrimonio en un gran plató televisivo o un desamor profundo entre quienes esperaran un comportamiento más maduro y contenido por parte de los responsables públicos, sabiéndose como se sabe la trama y el desenlace de este argumento. Más si cabe si la escenografía de esta ciudad por la que un día pasó un río y que debe su ubicación original y su idiosincrasia geográfica a una serie de elementos que han desaparecido, se encamina hacia un gigantismo por igual deshumanizado en sus proporciones e irreversible en su ejecución; admirado y cuestionado a un tiempo.

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Abriendo puertas, levantando barricadas

Texto realizado para la edición VIII Cabanyal Portes Obertes: Art i ciutadania. Plataforma Salvem El Cabanyal-Canyamelar, octubre 2005

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Un plano muestra la morfología de la ciudad de Valencia, con su extensión tal como era en 1883. 1[VVAA: Historia de la ciudad.III. Arquitectura y transformación urbana de la ciudad de Valencia, Ícaro, Ajuntament de València y PUV. Publicacions Universitat de València, Valencia, 2004. En Giménez Baldrés, Enrique: “La arquitectura de la ciudad dispersa”, p. 237] La Valencia de entonces, la Ciutat Vella actual junto con algún otro núcleo de población y los primeros proyectos de expansión tras el derribo de la muralla cristiana en 1868, es en el plano una mancha redondeada, orgánica, con forma de corazón o de núcleo concentrado. Desde ella surge una cuerda tensada que conecta con el Grao, mientras que el caprichoso discurrir del Turia enlaza su principio y fin como un obediente arco. Los poblados marítimos, al discurrir paralelos a la orilla del mar, se escurren de manera tangencial hacia el norte, díscolos y marineros. Esta conexión gráfica del centro de la ciudad con el Puerto y sus poblaciones marítimas (anexionadas al centro en 1899) tanto parece una necesidad mutua como una herramienta de control sobre lo periférico y su conexión con el mar perdida siglos antes, tras la degradada navegación del Turia.

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