Fascinante ruina del mundo

Texto realizado con motivo del proyecto Entre escombros, de Jaime Belda.

Construir el relato de un pasado que nos ayude a identificarnos en el presente es la propia práctica de la Historia, así como su vulnerabilidad: la deformación voluntaria o el olvido ayudarán a propiciar una repetición nefasta de aquello que ocurre de manera inevitable, fuera de control. Las guerras y el sufrimiento aparecen como una consecuencia lógica de nuestra presencia en el mundo y, haciendo un análisis retrospectivo, los períodos de violencia han sido mucho más frecuentes y extensos que los de paz. El filme de Roberto Rosselini Alemania, año cero (Germania anno zero, 1948) se desenvuelve en Berlín tres años después de concluida la II Guerra mundial, mostrando la ciudad aún devastada y en proceso incipiente de reconstrucción. Los títulos de crédito, al inicio, aparecen por encima de unas escenas rodadas en travelling como si fueran fantasmas anunciadores, o bien jueces incorruptibles, de aquello que es puro escombro. La ciudad arrasada, deformada y en ruinas. Hay una irreprimible fascinación en ello. También una gran necesidad de convertirlo en relato, en cuento, en historia, para poder contarlo y que sea asimilado, generando un distanciamiento que nos permita continuar adelante. En la década de los noventa, Grabielle Basilico –junto con otros cinco fotógrafos– recibió el encargo de retratar la devastación de Beirut. Basilico lo realiza con un equilibrio idóneo de distancia e implicación. En este caso, las marcas de las metrallas y las bombas sobre la superficie de las fachadas actúan como estigmas del horror: los edificios mostrados como rostros desahuciados y las calles desiertas como cuerpos dejados a la intemperie. La arquitectura no representa la funcionalidad de su construcción, sino más bien la inoperancia, ornamental y vacua, de su destrucción.

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Claridad del arte

Texto sobre la obra de Chema López para el proyecto TEST, Vila-real, Castelló. Del 1 de marzo al 28 de abril de 2013. Comisariado por Pascual Arnal.

El paradigma de la pintura y su situación dentro del contexto general del arte contemporáneo necesita, como una cuestión cíclica, ser reconsiderada a cada poco, como si su subsistencia dependiera de esa constante. Sin embargo, por encima de determinadas necesidades historiográficas, pervive el modo como se realiza el acercamiento al imaginario personal y colectivo de una época. Éste representa un punto de apoyo desde donde se intenta entender el mundo y posicionarse, que es más o menos el modo de ofrecer(se) a los otros.

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Valencia, vacía de contemporaneidad

La relación de la ciudad de Valencia con la cultura contemporánea ha ido metamorfoseándose durante los últimos treinta años, al ritmo marcado por los cambios sociopolíticos y económicos. La explosión de los años ochenta, cuando todo estaba por hacer y se asentaron las bases institucionales que aún, grosso modo, perduran aunque se hayan vaciado de contenido y se encuentren exentas de planificación, dio paso al aparente subidón de los años zaplanistas: políticas neo-liberales de la cultura para demostrar que a la derecha también le importaba estar a la moda, costase lo que costase. Seguramente habían escuchado la sintonía de que la cultura era un potencial económico, pero la letra no consiguieron aprendérsela. Esta actitud anfetamínica derivó en la calma chicha que impulsó con ahínco el Ex-Molt Honorable Paco Camps y que, ahora, con la fatídica crisis financiera, ha devenido en una suerte de destino macabro. Grandes eventos en lugar de cultura de base. Es decir, publicidad mundial a precio de oro en lugar de la generación de redes estables mucho más económicas y, tal vez por ello, menos golosas. Está por ver que los cruceros de lujo nos saquen de pobres.

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