Ana Esteve Llorens: El pliegue del tiempo en el espacio

Texto publicado con motivo de la participacipación de Ana Esteve Llorens en ROOMART 2013 Espai_XXI. Centre del Carme, Valencia. Del 28 de enero al 24 de marzo de 2013.

Conceptos como nómada y sedentario participan de una vinculación estrecha con el espacio, bien sea éste natural, bien sea transformado o construido. Ya no se es nómada como antes se era viajero. Uno y otro representaban modos de entender la vida que apenas hoy pueden simularse, ni siquiera tapándose ojos y oídos para no ver ni escuchar el zumbido de las cosas que pasan, vertiginosas, junto a nosotros. Trabajar con escultura tampoco puede ser ya lo mismo que era viajar como un viajero o un nómada. Sin embargo, pareciera que el espacio sí puede ser el mismo atribulado y disperso concepto que se acota y se manipula, que se diseña y planea, y que nunca se posee, porque es el espacio realmente quien nos sitúa y el que da la medida de las cosas. Trabajar con el espacio es pensar de manera extensiva también el tiempo, ese concepto inaprensible que marca nuestros viajes y nuestras estancias.

El intento por relatar brevemente el trabajo de Ana Esteve Llorens (Valencia, 1975) nos hace enfrentarnos a las formas sólidas propias de la escultura, pero también a las sensaciones adosadas y los huecos que construyen la combinación de ambos. En un primer momento, podríamos vislumbrar en algunas de sus obras más recientes un interés por la construcción de elementos seriados que, al unirse, configuran otra cosa que es más que la unión repetida de sus formas; también es la expansión de su significado gracias a la elección de los títulos, que buscan el modo de relacionar el contexto espacial con las experiencias que se tienen dentro de él. La escultura contemporánea no sólo lo es por hacerse en el momento presente, sino también por el cuestionamiento de sus funciones.

En las esculturas See y Echo, se ha empleado un patrón similar a Cold Front, la realizada para esta muestra. Una sucesión de piezas individuales conforman un todo. En el caso de Ver, el color de las pantallas sujetas con los bastidores, convierten la transparencia en profundidad, mientras que Eco se presenta como una sucesión de pantallas donde la tela extendida va repitiendo el esquema y devolviéndonos una versión domesticada y manual del minimalismo. Las esquinas, los materiales, la utilización de los recursos estéticos, nos devuelven al estudio de la artista, desde donde surge la idea y donde se trabaja con ella hasta encontrar un resultado aparentemente sencillo.

El modo como el tiempo queda registrado en el espacio, a veces lo ocasiona una luz que entra y que recorre sus paredes, sus esquinas y rincones, los objetos o el vacío. El movimiento puede representar la fisicidad del tiempo, su discurrir, pero en absoluto es, ni será, el tiempo en sí mismo. El espacio es el instrumento, mientras el tiempo es el sonido que se consigue al hacerlo sonar. Éste queda en el aire y consigue interferir en las cosas físicas que encuentra en su camino, que es el único camino posible. En la serie de 18 fotografías Triángulo ascendente, de 2009, Ana Esteve ejemplifica la sensación común de fijar el paso del tiempo. El registro del movimiento, aquí detenido en fotografías, indica un recorrido espacio-temporal, pero su título no hace mención a este registro, ni siquiera a la fotografías (aquí empleadas como herramienta testimonial) sino que hace referencia, de nuevo, al espacio y la relación que establece con el tiempo y las formas. Lo que asciende es un triángulo de luz proyectado en el espacio, no es sólo el movimiento del sol que entra a una hora determinada en una estancia orientada de manera concreta, ya inamovible. El espacio ahora construido se inserta en un espacio mayor y su ubicación interrelaciona con el tiempo y el movimiento. Ahí está el gran tema de la escultura: construir formas, generar espacios, a su vez integrados en un espacio mayor y vigilados por el tiempo. La escultura es un pliegue de espacio dentro del tiempo, mientras que la luz que asciende desde el suelo a la pared de la estancia, ese triángulo sorprendente, es una incisión de tiempo en el espacio.