Una apuesta por la resistencia

XXII Encuentros de Arte Contemporáneo-EAC (2012), Instituto Alicantino de Cultura Juan Gil-Albert.

Fotograma del vídeo Montaña en sombra, de Lois Patiño

Cualquier certamen o convocatoria de arte contemporáneo que arriba a su decimosegunda edición es siempre una señal inequívoca de perseverancia y resistencia. Si además ésta se produce en el año 2012, con ya casi cinco años de crisis financiera a nuestras espaldas, que está dejando los recursos económicos culturales (y también los educativos y sanitarios) en cifras más propias de épocas pasadas, el valor y el mérito es aún mayor. A todo lo dicho cabe añadir aún otra cuestión doble: que el objeto destino de esas ayudas es para adquirir arte contemporáneo y que su radio de acción es internacional; dos cuestiones que desafían realmente la ley de la gravedad del momento actual, por el que deberíamos resignarnos a emigrar fuera de este país (y que en efecto cada vez se encuentra más vacío de mentes pensantes) o bien someternos a una tortura ad infinitum basada en el ninguneo hacia cualquier actividad o trabajador/a cultural.

En el artículo titulado La imaginación recortada[1], el escritor Javier Marías citaba dos frases que podemos hacer propias. Si bien su razonamiento iba dirigido a la labor de los escritores en general y de la literatura en particular, éstas calzan perfectamente en nuestro ámbito artístico. La primera, del liberal irlandés Edmund Burke, dice así: «No desesperéis jamás; y si desesperáis, seguid trabajando». La segunda, de Isak Dinesen: “Todas las penas pueden soportarse si se convierten en una historia”. La de Burke nos recuerda, ahora más que nunca, que el camino es largo y no necesariamente agradable. La segunda, que gracias a la creación, podremos soportar cualquier contrariedad, incluso ese camino largo y nada agradable. Si la primera, en el ámbito de la creación y producción artística, nos encamina directamente a una cada vez más evidente precariedad, esperemos que pasajera, con la segunda podemos elaborar la teoría y el relato aproximado de esa eventualidad. La voz de ánimo a no desesperar construye, por si en efecto desesperamos, otra voz: la de “seguir trabajando”.

A propósito de la apurada situación laboral que se vive en España y en la Comunitat valenciana en el ámbito de la cultura, elaborar relatos es una clara muestra de resistencia encaminada a seguir activos, a no desesperar. Por lo tanto ¿es mera retórica preguntarse por el tipo de obras que realizan los artistas en períodos de crisis? ¿Es de algún modo diferente a la que harían en otros momentos, digamos, menos severos? De hecho, ¿es la construcción de estos relatos un escudo para la resistencia? ¿Sería apropiado para la construcción de esos relatos tener siempre presente la realidad del contexto?

Las trece propuestas seleccionadas por el Instituto Juan Gil-Albert para adquisición de obra representan una buena muestra de la pluralidad de estilos y técnicas que conviven en el arte contemporáneo. Esto, dicho así, no desvela nada que no esté aportando el propio ámbito en su conjunto, pero sí lo sitúa en un posible centro de influencia, el de la complejidad del medio. El arte contemporáneo se define precisamente por la dificultad de su definición, por la contrariedad a los límites impuestos y por el avance en todas direcciones de sus presupuestos.

Antonio Barea (Alacant, 1985) analiza la cuestión geopolítica desde la configuración de unos “mapas invisibles” donde los elementos están pero no son lo que parecen ser. Los mapas son realmente varillas clavadas sobre superficies pulidas de aluminio y están conformadas a modo de banderas, sustituidas sus telas por páginas de una guía de carreteras: la importancia del trayecto sustituye la identidad nacional. Su trabajo es una síntesis de la complejidad cartográfica y, aunque ahonda en la tendencia actual de trabajar el territorio desde el planteamiento gráfico, remarca la cuestión geográfica y política, evitando caer en planteamientos manidos. Los mapas invisibles generan formas semejantes a países, aunque mostrados como islas, exentos de sus países vecinos, lo que ayuda a entenderlos como estudios de caso particulares y donde se atisba la metamorfosis de la globalización.

Aram Dervent (Bujumbura, Burundi, 1949) es un fotógrafo de origen africano afincado en París, que cuenta con una larga y sólida trayectoria. Para esta ocasión, presenta las fotografías Línea II y Línea V, de la serie Horizonte. En ellas se muestran paisajes reflejados en el agua volteados horizontalmente, de modo que el reflejo queda arriba y el paisaje original funciona como si en realidad estuviera reflejándose. Su producción fotográfica enfrenta la realidad y su puesta en escena como un reverso inseparable; de hecho, como si fuera ya imposible pensar una sin la otra, en una sociedad donde la realidad y la ficción han acabado simultaneándose. La pulcritud de las imágenes evoca una cierta fascinación por los paisajes e iluminaciones flamencas, a lo Wermeer, características ya mostradas en otras igualmente interesantes series.

La obra Spleen de Carlos Maté (Burgos, 1970) rememora una cierta tradición estética baudeleriana que se concreta en una urna de cristal con base de madera que contiene una pieza de metal y bordados textiles. El detallismo del contenido interior de esta obra o de otras, como la titulada explícitamente Las flores del mal, parece ser una característica propia de su trabajo, a medio camino entre el arte y el diseño, donde ambas disciplinas se encuentran en la presencia y disfuncionalidad del objeto. Mientras el diseño vehicula su razón de ser en la instrumentalización de las formas destinadas a facilitar las tareas, el arte persigue la complicación de las interpretaciones a través de un solo gesto formal. Sus obras incitan a reflexionar entre líneas, todavía quizás en un estado inicial de un proceso que se aventura más extenso y de mayor envergadura.

Christian Bagnat (Cipolleti, Argentina, 1973) realiza inquietantes dibujos con lápiz o carbón, habitados por personajes funambulescos y espacios definidos por las emociones que imponen los títulos. El dibujo aquí presentado, de grandes proporciones y que porta el título sinestésico Un bosque lento, obliga a detenerse en sus formas, en aquello que se deja intuir pero que apenas queda esbozado o que se realiza al margen de la dimensión real del papel o soporte. Pareciera que el espacio no empleado de la superficie eclipsara la propia presencia del dibujo, que se reivindica sin más por la excelente combinación de atracción y repelencia que infunden la gestualidad de sus trazos o la presencia de sus personajes. La narratividad asignada a un medio como el dibujo adquiere aquí presencia propia, como un personaje principal que habita cada uno de sus ejercicios.

Las imágenes tituladas Rueda de reconocimiento nocturno de David Latorre Jubero (Huesca, 1973) representan de manera prototípica la fotografía escenográfica. Una sala, aparentemente de espera, con sillas pintadas de colores fosforescentes, bañadas con luz negra y puertas a ambos lados de la estancia, queda iluminada por el efecto de la luz sobre la pintura. La nocturnidad del título y del aspecto general cuestiona si la rueda de reconocimiento responde a un ámbito policial, debido precisamente al uso de colores llamativos. En efecto, como ocurre en parte de su obra, los lugares escogidos son prisiones o espacios de control y vigilancia en los que el artista interviene. La acción sobre los espacios y la fotografía posterior convergen en el cuestionamiento de las conductas que determinados espacios plantean, tanto por su morfología como por sus usos.

Ferran Gisbert Carbonell (Alcoi, 1982) está realizando una obra pictórica que incluye dentro de su sobriedad formal, la coexistencia de elementos derivados de diferentes estilos pictóricos. Algunos aspectos del Op Art, del Pop, de la pintura de acción quedan reflejados en su cuadros y conforman la relación que cualquier práctica artística posee con su pasado. El cuadro seleccionado en esta ocasión, de la serie Templo, presenta una composición de franjas verticales que caen como un denso cortinaje de colores neutros. También puede ser interpretado como una sucesión de haces de luz que penetran la oscuridad o, dado el título, los reflejos que atraviesan un cristal vidriado y que se organizan para descender al unísono. Las referencias al trabajo de Sean Scully, por ejemplo, que en esta obra parecen esenciales, se hacen propias y son mostradas como partícipes de su propio modus operandi. En cualquier caso, la interpretación se topa con una máxima: la pintura resuelve las posibles influencias con la presencia contundente de su técnica en acción.

En otro sentido bien distinto, las fotografías que forman parte de la serie Backstage, de José Luis de la Parra (Valladolid, 1975) responden a un tipo de serie que hace propia la frase de Jean-François Chevrier que dice que “la imagen iguala lo que agrupa”. Esta sencilla frase aglutina un modo de pensar la imagen y lo fotográfico. En este caso, diferentes espacios, desde salas de arte a museos, pasando por stands o recintos feriales, se han fotografiado en el momento de preparación de un evento. Más que el backstage de lo que está ocurriendo, es el momento previo a la utilización y acción de ese espacio, un impasse entre la observación y la acción. En estas dos imágenes, las peanas volteadas para que sus lados puedan ser pintados más cómodamente, representan escenas preparatorias, anunciadoras de un suceso destinado a la puesta en escena del comercio o del espectáculo.

Juana González Rodríguez (Puertollano, 1972) presenta con el cuadro Injerto en fluorescencia mecánica un desconcertante imaginario. En él encontramos una mujer desnuda de cintura para arriba inmersa en una especie de balsa mientras, encorvada, arrastra un cepillo alargado, como limpiando o achicando agua. Una serie de elementos acumulados, a su derecha, hacen referencia a la fluorescencia mecánica de los electrodomésticos. Una rama de árbol se transforma en un objeto de aura electrizante que corona la pira de objetos, mientras alrededor de esta escena surrealista, un paisaje muestra un campo de trigo y un cielo azul con nubes como de algodón. Este cuadro habita un territorio de sentido incierto, pero queda clara la reivindicación del trabajo y la labor de la mujer dentro del contexto doméstico. Resulta interesante la exteriorización de una tarea mantenida casi siempre dentro de los muros de la casa y que, aquí, queremos ver de esta manera, se visibiliza.

Los dibujos de Julio López Tornel (Valencia, 1984), en otro sentido, generan una relación vinculante entre arte y ciencia. Todo dibujo plantea un ejercicio de minuciosidad que puede entroncarse con la evaluación más o menos objetiva, siquiera previamente, de un análisis científico. Los resultados de ambas prácticas, sin embargo, se saben diametralmente opuestos, pues donde en una se espera transparencia y certeza, en la otra se valora la subjetividad y la diferencia. En el caso de los dibujos seleccionados, son claras las referencias a aspectos orgánicos y sucesiones de cuerpos no reconocibles pero con trazas y sistemas que pudieran funcionar como organismos vivos. La utilización de la línea sensible, en ocasiones incluso débil, añade mayor sensación de movimiento, lo que apunta a la vitalidad de sus partículas aisladas y separadas del organismo central.

Con la colaboración conjunta de los artistas Keke Vilabelda (Valencia, 1986) / Kalo Vicent García (Valenvia, 1965) se replantea la noción de autoría. En este caso, el pintor Keke Vilabelda y el fotógrafo Kalo Vicent combinan sus intenciones para presentar el proyecto The Long Voyage, que se compone de unas 90 piezas entre pinturas, fotografías, proyecciones de vídeo y esculturas. El planteamiento de la colaboración conjunta es el recorrido, el trayecto a través del territorio, la noción de espacio y las huellas temporales. Cada artista aporta su visión y dispone, como en un juego pensado para dos participantes, la posibilidad de generar obras propias que convivan con las realizadas por el otro. El gran viaje no puede ser otro que el de la propia vida, la existencia mantenida entre pinturas de carreteras nevadas y casi ocultas, y las imágenes fotográficas de la construcción industrial y la acción de la mano del hombre sobre el paisaje.

Los vídeos de Lois Patiño (Vigo, 1983) reflexionan sobre el modo de representación de la naturaleza, incluyendo algunos fenómenos naturales que en ella acontecen. En Montaña en sombra, escenas generales presentan vistas de una montaña nevada y la acción de las personas esquiando o andando desde lejos, moviéndose como seres persistentes. Poco a poco, la escena va quedándose oscura, y el contraste entre las partes con nieve y las rocas parduzcas va unificándose hasta desaparecer. En las obras Na vibración da auga y Na vibración da terra, los paisajes naturales registrados, siempre mostrándose desde la distancia y sin intervención directa por parte del autor, se comportan con un díptico. Tanto el agua como la tierra responden a reacciones básicas de la naturaleza, aspectos que interesan poderosamente a Lois Patiño, documentalista de una aguda visión, cuya obra videográfica se asienta cómodamente entre zonas derivadas del documental de creación contemporáneo, el video arte y los planteamientos más narrativos, aunque sin la linealidad característica del cine de ficción. El aspecto principal de su producción parece presentarnos como artificioso o inusual los propios movimientos y reacciones de la naturaleza.

María María Acha-Kutscher (Lima, 1968) es una artista visual feminista que compagina su labor como fotógrafa y documentalista con la de gestora y activista. En la serie de collages fotográficos 365 Days, la presencia femenina ocupa lugares reales y fantasiosos, extraídos de la realidad, del archivo y del cine para vindicar su presencia en el mundo, tantas veces menospreciada. Cada uno de los collages está producido en papel fotográfico de algodón de 11 x 8’5cm y conforma un muro de medidas variables. En esta ocasión la longitud alcanza los tres metros, pero puede presentarse de hasta seis metros. La combinación de las imágenes a lo largo de esas 365 escenas ofrece aire limpio sobre la realidad femenina, todavía muy enrarecida a lo largo y ancho del planeta. Entre otros trabajos de la artista destaca el documental Exiliadas, que recoge testimonios de mujeres españolas que marcharon con sus familias a México cuando eran niñas.

Xavier Montsalvatje (Godella, 1965) presenta la obra For God’s sake, realizada en loza y pintada con azul cobalto empleando la técnica bajo cubierta. Se compone de dos piezas y está torneada por los ceramistas “El Chinche” y Juan Ortí, lo que aporta el ingrediente del trabajo colaborativo. Montsalvatje posee una gran técnica gráfica y los motivos comunes en sus obras son las escenas de ciudades en el período de industrialización. La perentoriedad de la cerámica y su voluntad de permanencia convierte las imágenes en escenas clásicas; mientras que su estilo gráfico, de marcado carácter mediterráneo, representa una actualización de la tradición gráfica cerámica. La combinación de las formas de la pieza, con claras referencias a las chimeneas industriales, y los dibujos de complejos organigramas y escenas narrativas casi futuristas, generan una combinación de elementos auténtica y repleta de situaciones sugerentes.

 


[1] El País Semanal, 14 de octubre de 2012. Puede leerse en el blog del escritor: http://javiermariasblog.wordpress.com/2012/10/14/la-zona-fantasma-14-de-octubre-de-2012-la-imaginacion-recortada/