El arte en cuestión

Publicación El arte en cuestión, surgida del proyecto expositivo Herramientas del arte. Relecturas. Publicado por Sala Parpalló-Diputació de València, 2011.

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Sirva la detallada descripción precedente del proyecto Herramientas del arte. Relecturas para certificar que el cuestionamiento de los factores que rodean a las prácticas artísticas actuales y a los agentes implicados en ellas, aspectos todos ellos relacionados con el hecho creativo mismo, son ineludibles cuando se entiende el arte como reformulación de sus postulados de producción y difusión. En otro sentido complementario, se abre un campo de acción distinto cuando se edita una publicación. El espacio físico del libro es seminal, no ocupa un lugar expandido, habitable, que pueda ser recorrido y sentido de manera envolvente como sí ocurre con una exposición. El libro es portátil, susceptible de expandirse y posee un recorrido narrativo indicado, por más que, al igual que una exposición, pueda recorrerse de atrás hacia adelante, por fragmentos, intermitentemente… La tecnología ha convertido también en portátil cada pequeño avance dirigido a ampliar el conocimiento y la comunicación de manera mucho más efectiva e inmediata. Sin embargo, el sentido analógico y táctil, concreto, de las hojas de papel, con su formato básico y estructural, recogen un testigo inscrito entremedias de una línea cronológica que asume su presente como parte integrante -en ocasiones cedido, en otras apropiado- del espacio común. Editar un libro hoy no puede verse como un acto simplista, innecesario o superfluo; tampoco en este caso concreto es una decisión nostálgica, en el sentido de querer emplear este formato de información y conocimiento preferentemente a otros, en un momento en que parece estar su función y, en especial, su futuro en plena transformación. No es un anclaje a unos tiempos y un modo de hacer en peligro de extinción, porque no hay tal peligro cuando se realizan libros como proyectos independientes, al margen de la producción de los best-sellers o del magnetismo del mercado. Este libro en cuanto a su formato y su contenido, como otros muchos que se editan con voluntad de especialización y perdurabilidad, es una actitud al respecto del uso de la herramienta libro, del mismo modo a como todo el proyecto ha expuesto una concreta y definida mirada sobre el ámbito artístico y sus variadas herramientas que le otorgan sentido y le confieren perentoriedad.

El título que encabeza este texto reflexiona sobre la necesidad de determinado tipo de arte de pertenecer a la industria cultural donde se inscribe y desde la cual se difunde para hacerse visible. Al levantar la mano sobre uno mismo se está poniendo en peligro la integridad de quien lo hace, por más que el significado aquí, lógicamente, sea figurado. No es el arte quien levanta la mano sobre sí mismo, ni tampoco se realiza ese gesto para acabar literalmente con él, es decir, no para hacerlo desaparecer. Su mano es levantada por aquellos agentes de la cultura que, estando en disposición de hacerlo, deciden hacerlo. Esta mano del arte levantada sobre sí mismo ilustra el planteamiento de sus bases creativas, sociales, productivas, mercantiles… de ahí la necesidad de la institución para acogerlo y difundir su mensaje. No plantea el debate sobre si las demandas resultan más efectivas cuando son realizadas desde dentro o desde fuera de las instituciones, porque ejemplos hay -empleando variantes de una dinámica u otra- en que la crítica institucional se ha demostrado paradójica y contradictoria. En este caso se emplea y utiliza la institución estirando el concepto de lo público hasta donde es posible hacerlo, con la intención de poner en práctica el concepto de «democracia radical» definido por Chantal Mouffe, pero en el ámbito de la cultura; y hacerlo en un contexto geopolítico nada dado a la radicalidad, como tampoco democrático al 100%.

El título del libro, por su parte, es una adaptación del texto Los intelectuales en cuestión. Esbozo de una reflexión, de Maurice Blanchot. En el prólogo a la versión española, Manuel Arranz explica concisamente la polisemia de la frase que puede ser adaptada fielmente aquí: «En Los intelectuales en cuestión Blanchot, una vez más y según su costumbre inveterada, ha utilizado un título ambiguo, polisémico, equívoco, pero de apariencia simple, unívoca. Los intelectuales en cuestión: es decir, es de los intelectuales de lo que se trata, y son los intelectuales los que están en cuestión, es decir, su necesidad, la necesidad de su existencia, de su presencia en el mundo[1]». La adaptación del título en este caso es más estructural que literal. Lo que se pone en cuestión aquí no son los artistas, sino el arte en general como agente globalizador que implica tanto a sus productores, teóricos, coleccionistas o marchantes, como a las instituciones públicas y sus gestores que adquieren, por el hecho mismo de serlo, un compromiso fáctico con él. En efecto, es sobre todo a estas últimas, garantes de la presencia del arte en la sociedad, responsables de su difusión pública y, por lo tanto, con una intrínseca obligación didáctica, a quienes no se puede dejar de cuestionar. Asimismo, se pone en cuestión el público al que va dirigido el arte contemporáneo, aquellos que acuden regularmente y quienes sólo lo emplean como motivo anexo en conversaciones, viajes turísticos, ejemplos de terceros, prácticas de la extrañeza o similares planteamientos que habitan en los márgenes. Así pues, parafraseando a Manuel Arranz, es del arte de lo que se trata, y es el arte el que está en cuestión, es decir, su necesidad, la necesidad de su existencia, de su presencia en el mundo.

También en el prólogo, Manuel Arranz hace una apreciación de gran valor a propósito de la actitud de Blanchot para con la literatura. Según él, «Maurice Blanchot es un crítico que nunca cae en la tentación de confundir literatura con cultura, confusión ésta que arruina a la literatura, a cambio de promocionarla a un estatuto sospechoso, pero sin duda rentable. Rentable para todos, autores, lectores, editores, menos para la propia literatura.[2]» Esta distinción, de nuevo haciendo una traslación intencionada o una apropiación muy al estilo del arte referencial, podría plantear un interesante debate a propósito de la no confusión entre arte y cultura; y más exactamente, entre arte e industria cultural, por emplear el concepto desarrollado por Adorno y Horkheimer en Dialéctica de la Ilustración. Si se permite esta apropiación, lo que se deriva de la actitud blanchotiana sintetizada en esa frase es una comparación casi inevitable con la obra de Isidoro Valcárcel Medina S/T (Sobre el arte cultural). En efecto, el título de esta intervención site and time specific plantea de manera explícita la relación entre el arte como práctica y el engranaje que se encarga de todo lo demás, cuando no también de incitar e influir en todo lo previo, esto es, en la propia creación. El S/T de la obra plantea una indeterminación nominal aparente que se establece, en el subtítulo genérico, con su inscripción en la industria cultural que le cobija; un juego de conceptos que muestra mucho sin evidenciar apenas nada.

Cuestionar el arte establecido nominalmente como contemporáneo, es también preguntarse qué otros medios de otros ámbitos pueden ser arte, en el sentido de poder entrar en su ámbito de acción, ser subsumidos por él o caer en sus redes. De la misma manera, la pregunta ya no puede ser nunca más la arquetípica «Â¿qué es arte?» sino más bien «Â¿qué hacer con el arte?» puesto que el arte y su engranaje están y es posible emplearlos para hablar de sí mismo, pero también de otros muchos temas en relación directa con la realidad y el ámbito de lo social. Este constante cuestionar desacraliza el concepto arte como el abanderado de todo aquello que debe entrar, inmediatamente después de ser hecho -o incluso antes de producirse-, en el lugar estipulado del museo, en la perpetuidad del archivo anacrónico. De ahí la decisión, casi inevitable desde este punto de vista, de recurrir a otros campos creativos como la literatura, la poesía, la filosofía, la teoría del arte, la educación o la voz de los artistas, los principales agentes del entramado del arte, para que cuenten en primera persona cómo entienden hoy el hecho de ser artistas, cómo siguen situándose y frente a qué; todo ello para armar el poliedro que representa esta publicación, apenas un tímido reflejo de la compleja y rica situación actual.

(Fragmento del texto original)


[1] «Blanchot. La literatura y la muerte», Manuel Arranz, en Los intelectuales en cuestión. Esbozo de una reflexión, Maurice Blanchot. Ed. Tecnos, Madrid, 2003, p. 44.

[2] Ibídem, pp. 16-17.