Exponerse dentro. Sobre los ‘Private Diaries’ de Fito Conesa y Michael Roy

Texto realizado para la exposición Secret Diaries, de Fito Conesa y Michael Roy. Espai Tactel Toormix, Barcelona. Hasta el 1 de febrero de 2019

En un texto reciente, Amador Fernández-Savater relata que, durante las experiencias del 15M y la lista sinfín de preguntas que se lanzaba a sí mismo sin hallar respuestas sencillas, un amigo le recordó las palabras de Herodoto: “Escribo lo que no entiendo”. Escribimos sobre lo que creemos conocer, y seguramente sobre ese tipo de temas y cuestiones lo hacemos mejor, sin duda; por lo que tiene de cercanía y, al mismo tiempo, por la confianza que nos da aspirar a conocernos. Es un reto que ansiamos alcanzar y es una motivación extra intentar conseguirlo, pero es verdad que escribimos sobre lo que no entendemos. En momentos de grandes cambios, como el paso de la adolescencia a la edad adulta, tras una ruptura sentimental, con el subidón de endorfinas de un reciente enamoramiento o tras una novedad importante en nuestras vidas, surge la necesidad de relatar esas experiencias que nos transforman, poniéndonos en el centro mismo del análisis. Hay un hedonismo convertido en cultura, en gesto, en ausencia incluso.

Los diarios muestran esa lucha diaria contra una/o mismo/a en un momento existencial donde la exhibición pública todavía se limita a compartir interioridades escritas sobre un cuaderno, de manera exclusiva con un número muy escaso de confidentes. Una relación directa entre los pensamientos y el gesto mecánico de escribirlos que equivale a un acto de intimidad capaz de descubrirnos aquello que no esperamos encontrar. El arte, a su vez, es la exposición de la vida del/a artista hecha forma, a través de códigos elaborados que se encabalgan entre lo realizado anteriormente y una suerte de “presente perpetuo” alimentado por “la novedad incesante”. Mientras un diario hace a quien lo escribe exponerse por dentro, descubriéndose aspectos aún impenetrables, el arte obliga a la exposición pública constante a través de formas o acciones; y Fito Conesa (Cartagena, 1980) alcanza ambas, con una obra que se busca por dentro para ofrecerse hacia afuera.

Su diario escrito a los diecisiete años, donde se define / se descubre / se confiesa a sí mismo como homosexual, es ahora mostrado con las páginas sueltas e integradas en una especie de secuencia espaciotemporal, pendientes de un cable que las une y, a la vez, las separa entre sí; es decir, muestra cada entrada de ese diario, cada día de su vida de entonces, como un pequeño acontecimiento. Una línea de tiempo experiencial que marcará todo lo que ocurra desde entonces. Empezar escribiendo lo que no se entiende para acabar fortalecido tras el encuentro trascendental, liberador, de encontrar lo que se es. Si toda identidad es una construcción social, hay algunas que emulan esta acción literalmente, tras la cual quien acaba transformado/a es uno/a mismo/a. Las hojas del diario, pendientes de un hilo firme, se asemejan a partituras de una composición en proceso. La música, pero sobre todo las acciones previas o derivadas de ella, son un tema recurrente en el trabajo de Fito, como una necesidad de abstracción entre una factura conceptual de sus obras perfectamente delimitada. Tras la construcción de sí mismo, la más determinante, no parece complicado ser otros, parecer de otra manera, jugar con los artificios y las caretas que nos permiten hacer aún más compleja nuestra personalidad. La normatividad, sin embargo, entendida como un constructo coercitivo, el artista la cuestiona a través de un video y unos carteles post internet que cierran un círculo iniciado con el descubrimiento del deseo y completado con el cuestionamiento del objeto deseado.

Michael Roy, por otro lado, parte del afuera para volver a sí mismo: un yo que aspira a formarse a partir de un nosotros. Resulta interesante el modo de generar sentido –nuevo sentido– con la edición de fragmentos de video ya existentes; una actualización de la tendencia apropiacionistadel videoarte de los ochenta que ahora vuelve encapsulado digitalmente, y no sólo en su técnica. De hecho, aunque los referentes de Roy sean en cierta manera clásicos (basados mayoritariamente en la importancia de los rostros en particular y en el cuerpo o sus gestos en general) existe una mirada que es muy de los tiempos, con claras referencias a la cultura visual de las redes sociales, donde los yoes actúan todo el tiempo como entes poliédricos de sentimientos y miradas. Y se mantienen siempre en relación perpetua con el resto. Esta pulsión del artista por el collage de escenas en movimiento tiene su correlato en los murales de imágenes que remiten a las paredes de las habitaciones de adolescentes, donde todas las referencias, con o sin priorizar su importancia, están aportando un nuevo detalle al conjunto. El panel emplea la frase I miss yourepetida como un bucle y evoca, siquiera tangencialmente, alguna de las históricas obras de Bas Jan Ader.

Ambos artistas ya han expuesto previamente en Espai Táctel, en el ya antiguo espacio del barrio valenciano de Russafa. Comenzar esta andadura, que es continuación y avance de su trayectoria galerística, y hacerlo con esta pareja de artistas, también es una declaración de intenciones. Un impulso renovado que se verá potenciado con la nueva galería que abrirán en València el próximo año.