Desvínculos

Proyecto expositivo para Galería Valle Ortí. Diciembre 2005 – enero 2006. Con: Pilar Beltrán, Julia Català Roca, Santiago Estruch, Silvia Molinero Domingo, Vanessa Pastor, Noemí Tamarit.

Desvínculos

Cuando ves tu propia foto, ¿dices que eres una ficción?
Jean-Luc Godard

Toda obra implica un distanciamiento. Realizarla es también crear un espacio que genera una visión externa, que propicia un análisis a posteriori. La fotografía, el cine o el vídeo, se demuestran especialmente hábiles para objetivizar el referente que retratan. Tanto pueden denunciar la precariedad o la injusticia como también caer en un esteticismo de lo atroz, muchas veces puesto en práctica en los modos de hacer documentalistas o en las películas pseudo-históricas. El sujeto deviene objeto por efecto de su práctica y sus acciones acaban siendo representación.

¿Es posible, sin embargo y pese a la idiosincrasia fotográfica, desvincularse de aquello que se encuentra muy próximo? ¿Adónde reposan la visceralidad de los sentimientos, el roce o la duda de la persona amada, la relación ambivalente entre el amor y el odio de una familia o los recuerdos selectivos, cuando atraviesan el cristal de un objetivo, cuando adquieren dimensión ilusoria? ¿Puede la fotografía fija o en movimiento, en un paroxismo de lo mimético, sustituir con su representación aquello de donde surgen y lo que registran? ¿O tal vez no sean algunos de sus resultados físicos, tal como creemos, representación de una porción de vida sino parte intrínseca, sustancia vital y experiencia inseparable de ella, una constatación más o menos veraz de lo que somos?

Roland Barthes acomodó y dio base al contenido de su Cámara lúcida con el encuentro de una fotografía de su madre cuando era niña, muchos años antes de parirle. Una foto de infancia que, de repente, para el hijo futuro de esa niña, adquiere la categoría de síntesis de una vida entera. Pero también semilla de donde surgieron gestos, palabras, modos de hablar que el hijo heredó y que habrá asimilado y hecho evolucionar. Un descubrimiento en el momento posterior de su muerte como un testamento apto para el análisis. Es un hecho aislado, pero ¿cuánto tiene de aislado y cuánto de hecho universal?

La cita que preside esta desembocadura de datos que adquiere una (no)forma de texto, implica un compromiso. Jean-Luc Godard, tanto si lo tomamos como cineasta, como intelectual, como activista, como personalidad clave de la cultura contemporánea, consideraba que las cosas no pueden contarse sin antes haberlas vivido. De ahí que el resultado de su trabajo, principalmente cinematográfico, no se convierta sólo en representación (que, indudablemente, lo es) sino también devenga una experiencia ligada a la realidad. Lo cual abre un camino mucho menos transitado que el de la obra de arte como continuación de la vida. El que se inaugura es el de la vida (o la forma en que ésta queda) tras el paso de la experiencia de la obra que intenta igualar en importancia a la propia vida. Caminos paralelos que excluyen las lógicas interrelaciones entre causa y efecto. Este proceder, al mismo tiempo, conlleva un riesgo que debe ser asumido desde el comienzo de la práctica: que el público pueda juzgar la vida propia a partir de los resultados obtenidos o presentados en la obras.

¿Buscan los artistas marcar una distancia con lo próximo a través de sus autorretratos o por medio de los retratos de quienes están cerca; pretenden objetivizar y simplificar el complejo entramado que conforman ideología y pensamiento, carne y huesos propios, flujos, es decir, naturaleza y cultura, lo dado y lo obtenido? O, por otro lado, ¿ansían una representación máxima, configurar un espejo en forma de obra que refleje su identidad en el reflejo colectivo de la audiencia o una reconstrucción en contra de las normas establecidas por las categorías estancas?

La serie de obras que conforma esta exposición, las trayectorias más o menos cortas, más o menos intensas de los/as artistas aquí reunidos/as, pretende situarse en un punto intermedio entre diferentes y contrapuestos posicionamientos y, sobre todo, buscar un acomodo entre las fisuras consecuentes de estas fricciones. No hay aspiraciones por alcanzar lo espectacular, ni evasivas escenografías de ciencia ficción; las preguntas se lanzan en un ámbito doméstico y los resultados parecen más una lucha contra la representación de sus ideas que la celebración de su inapelable presencia. Todo este proyecto intenta repensar las prácticas de la imagen en relación a la veracidad o no de sus resultados, en relación a la consecución o no de un distanciamiento entre referente y resultado artístico. Mientras, de fondo, apenas iluminadas por la lámpara de pie de un salón, por el vibrante resplandor de un televisor o el intermitente fluorescente de una cocina, se observan las conductas cotidianas de las que querríamos desvincularnos. Y de las que casi nunca podemos.

Asimismo, este proyecto alcanza un sentido particular al estar pensado para la Galería Valle Ortí, donde Nacho Valle Ortí ha asumido desde hace cuatro años la dirección de una galería que abrió y mantuvo desde los años setenta su padre, Vidal Valle. La evolución perpetrada sobre los contenidos de las exposiciones, en la nómina de artistas habituales, la transformación física del espacio de exposición… actúan como ejemplos concretos de un sustancial salto generacional. Otra de las caras del poliédrico sentido que esta muestra quiere otorgar al concepto des-vínculos.