Crítica: Contemporizar con el tiempo. Xisco Mensua

Publicado en Posdata, suplemento cultural de Diario Levante-EMV. 23 de marzo de 2012.

Una frase de Wittgenstein como pie de imagen de la obra Tractatus resume una parte importante del trabajo de Xisco Mensua (Barcelona, 1960) en esta exposición y, podría decirse, también define o deslinda una buena parte de su producción reciente. Dice así: “Si por eternidad se entiende no una duración temporal infinita, sino la intemporalidad, entonces vive eternamente quien vive en el presente”. La escena a la que esta frase acompaña es bucólica: una chica y un chico adolescentes acompañan a un cervatillo; la eterna juventud y la esencia del diletantismo. El título de esta su primera exposición individual en la Galería Valle Ortí, Notas sobre el tiempo, puede verse como un nuevo capítulo en el universo de Mensua, cargado de referencias a lo documental en sus variadas acepciones semánticas, y a conceptos como la memoria que genera el archivo y la cultura visual moderna en nuestras mentes de seres contemporáneos y, en cierta forma, lo “intempestivo” de los resultados culturales, sean o no entendidos como productos.

Pocas veces como en esta ocasión, sin embargo, Mensua ha tratado tan específicamente un tema y lo ha analizado tan en profundidad, volteando una y otra vez el poliedro con la intención de hacernos visibles (casi) todas sus caras. El tiempo es el gran tema del arte, no hay duda. El motivo por el cual las obras artísticas se hacen grandes a través del tiempo es por su victoria (y en cierta forma, su venganza) frente a él. Mueren los espectadores, los productores y los artistas que realizan, observan o interpretan esas obras, pero éstas sobreviven “contra el tiempo”. De ahí que los dibujos y los cuadros presentados en esta exposición vayan apuntando, desde límites y posiciones variadas, la senda de esta afección que siempre, como ocurre con el visionado de cualquier filme, ocurre en un presente, el de la experiencia de quien lo observa.

Los cuadros, siempre en blanco y negro y empleando salvo excepciones una amplia gama de grises, reproducen escenas extraídas de fotografías y películas, algunas muy reconocibles. La interpretación de ¿las variaciones Goldberg? de Glenn Gould en un estudio de grabación, su chaqueta colgada del fuste del micrófono, su silla baja, su aspecto de eterno adolescente desgreñado y descamisado… componen en conjunto la esencia del mito. Y asimismo, el fotograma interpretado de Las estatuas mueren de pie, de A. Resnais; o la imagen de los Sir ingleses consultando libros en una librería destrozada por las bombas nazis; el transporte del cuadro La expulsión del paraíso por parte de los soldados aliados; El rapto del tiempo ejemplificado en la figura de un hombre que carga con la escultura fragmentada de un pie de dimensiones colosales; o Ezra Pound mirando de frente la escultura funeraria de James Joyce, mientras no acertamos a adivinar quién de los dos es ya más estatua. En otro, S/T, el gesto de una mano con el reloj de muñeca está semi borrado, como si el tiempo se fuera apoderando del fondo de pizarra del lienzo.

Los dibujos, a su vez, evidencian que estamos frente a un artista de gran calado que salta del trazo ligero de un recuerdo o una cita, al firme de una constatación vivida en primera persona. El políptico El tiempo no existe, o el mural planteado en el escaparate de la sala, contrastan con el dibujo de un reloj de pulsera que marca la hora de su propio título (de su propia existencia) 2h54min. Como colofón, un video realizado por “La cinématèque civile” muestra en movimiento el relato de esta magnífica exposición.