Herramientas del arte. Relecturas

Texto realizado para el cuaderno del proyecto Herramientas del arte. Relecturas, Sala Parpalló, Valencia, junio-septiembre de 2008.

Redefiniciones
La definición de herramienta relaciona el concepto a su origen etimológico latino ferramenta para describirlo como “Instrumento, por lo común de hierro o acero, con que trabajan los artesanos”. La importancia de que el utensilio en cuestión esté realizado de hierro o acero configura incluso su nombre; una definición a partir de su particularidad matérica. El hecho que se relacione explícitamente con la labor del artesano es algo sobre lo que volveremos más adelante.

No hay definición específica para el término “relectura” en el diccionario de la Real Academia Española, pero sí para el verbo releer, que se expresa como “leer de nuevo o volver a leer algo”. Para el prefijo “re-“ se encuentran varias acepciones, una de las cuales encaja ajustadamente con nuestra búsqueda, mientras que las demás, definiendo como definen otras cosas, podrían también interpretarse hacia una dirección común. La primera acepción de re- es clara: “Significa repetición”, y pone como ejemplo la palabra “reconstrucción”. Otras significan “movimiento hacia atrás” (refluir); “denotan intensificación” (recargar); “indican oposición y resistencia” (rechazar, repugnar) o “significan negación o inversión del significado simple” (reprobar).

Releer es leer de nuevo o volver a leer algo; relectura es la acción hecha acto, la posibilidad de convertirse en costumbre, y también la probabilidad de que cada vez sea una novedad. Sobre estos cimientos de renovación y cuestionamiento constantes queremos emplear las herramientas que el arte pone a nuestro servicio, siendo conscientes de las necesidades propias y las limitaciones del entorno, donde términos como precariedad o supervivencia son alimentos básicos dentro de este lago del arte, cada vez más ancho pero, también, cada vez menos profundo.

¿Cabría redefinir –en el sentido de repetición y añadimos, también de regeneración o cambio– el concepto herramienta? En el contexto artístico, esta adecuación ya parece emplearse con normalidad. La herramienta ya no (sólo) hace referencia al conjunto de utensilios que pueden servir para que un escultor, un pintor experimental o un grabador todo terreno, realicen su trabajo creativo. La referencia del término al ámbito industrial también enlaza con un momento en que el arte ha asumido como una nueva filosofía estética los acabados renderizados y los brillos variados de los monitores. Un nuevo formalismo que se ha impuesto como estándar de calidad por debajo del cual casi no se acepta trabajar; quedando al margen, eso sí, los feísmos característicos de cada época o los modos archivísticos, algunos de los cuales aún escapan por los pelos de la tiranía de las plusvalías.

Cada vez existe mayor desproporción entre el tamaño de los envoltorios y el del propio contenido, siendo los blíster del arte más numerosos y aparatosos que el arte mismo que envuelven. Las herramientas del arte aquí propuestas tienen una relación patente con la tecnología actual, cambiante y en proceso de actualización ad infinitum, como síntoma elemental de ésta su época; así como de su empleo para fines que cuestionan y analizan el arte contemporáneo. Pero estas herramientas no sólo hacen mención a esta interpretación audiovisual o tecnológica. De hecho, la participación de Isidoro Valcárcel Medina dentro del proyecto, estando como está su método de trabajo tan alejado de cualquier tecnología actualizable, quiere otorgar al concepto de herramienta la modesta importancia del arte como generador de cuestiones: dardos certeros contra el acomodamiento de los estándares artísticos predominantes; críticos a propósito de la concepción del arte como creador y perpetuador de modelos sin posibilidad de revisión o cambio y, de igual modo, expeditivos contra aquellos que únicamente se basan en su devoción por las tendencias temporales. Así pues, la reivindicación del concepto herramientas aplicado al arte y su concreción en la idea de relectura tiene presente la complejidad de su enunciado y la dificultad de su ubicación. Atiende a cierta sensación de compromiso, vulgarizado éste sin límites por la banalización de su uso. ¿Quién puede hoy comprometerse, y con qué, si son los propios anestesistas culturales del arte quienes encargan las críticas a su gestión, para así asumirlas y mostrarlas antes que nadie, con la conciencia tranquila de quien sabe que expone como trofeos los gestos del desaliento?

Política y cultura componen un dúo de conceptos tan opuesto en sus intenciones teóricas como indivisible en la práctica, debido al carácter interesado de sus fines. La fusión de ambos términos en las denominadas políticas culturales, asegura la discriminación positiva de algunas prácticas minoritarias, al tiempo que acrecienta la gestión institucionalizada de su uso. Los recientes intentos de deslindar ambas facetas, es decir, de constatar unas “buenas prácticas” y, se entiende, una mejor relación de independencia, todavía aparecen como balbuceos en el discurso oficial; los cimientos de una babel de compleja construcción que, al menos, empieza a ser percibida como infraestructura necesaria.

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